Fue pasando el tiempo y todo iba cambiando, pero seguía siendo
feliz. Empecé a ver que existía aquella palabra tan oída por mis padres, o
mejor dicho, por todo tipo de persona; el amor. Ya claro, amor a mi manera.
Ningún problema podía conmigo, ya que no me daba cuenta de ellos. Podía pasarme horas y horas jugando a cabañas, o con una simple muñeca.
¿Llorar? en aquella etapa era perder un peluche, discutir con mi mamá o
pelearme con una amiga por la misma Barbie. Llorar era sentirme mejor, era la
solución para conseguir todo aquello que quería.Ningún problema podía conmigo, ya que no me daba cuenta de ellos. Podía pasarme horas y horas jugando a cabañas, o con una simple muñeca.
Pasaban los años y nada era igual, aquella palabra: amor, tenía más sentido. Ahora entendía el porqué de cada beso que se daba la gente. El porqué de aquella sonrisa que mantenía una persona tan solo con ir agarrada de la mano de otra. Empecé a entender, que después de alguna amistad, podía haber algo más. También comprendí la palabra: problema. No todo se conseguía llorando, tuve que aprender a ser fuerte y siempre dar una buena explicación a todo.